"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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28-07-2012 |
La larga marcha al socialismo.
Ante el progresismo y el ultra-izquierdismo
“La historia, implacable degolladora de sueños, solo realiza lo que es posible” (Enrique Broquen, maestro argentino de la generación de los 50 de Uruguay, en “Nosotros y nuestras circunstancias”, Revista “Nuestro Tiempo”, No.7, diciembre de 1960).
1. Abordaje de las contradicciones
La clase trabajadora, su intelectualidad y el bloque político-social popular y alternativo de Nuestra América, necesitan aventar idealizaciones “azucaradas” y “avinagradas” . Ni Nuestra América es ejemplo de un proceso nacional y socialista realizado, o ni siquiera en avanzado proceso de realización, ni son admisibles las exigencias “radicales” de soluciones socialistas inmediatas, alejadas de las posibilidades emanadas de la lucha de clases (a escala mundial, regional y nacional), de la lucha antiimperialista y de la madurez alcanzada por la clase trabajadora y sus aliados cercanos. Para obtener las soluciones que contemplen los deseos y necesidades de nuestros pueblos no alcanza el mentado “progresismo”. A la vez, hay que esclarecer que algunos “radicales” locales y escasos intelectuales extranjeros -como James Petras- critican desde un pedestal que ignora la lucha de clases concreta, la que se dirime en alianzas complejas, contradictorias, y a la vez ineludibles en ciertos períodos, como el vivido en estos años. L a cuestión no es sólo ver la montaña sino plantearse cómo escalarla. Cuando estamos en los albores de una nueva construcción (`el socialismo del siglo XXI') no podemos saber todo lo que hay que hacer; pero tenemos que saber todo (o mucho) de lo que no hay que hacer.
El destacado historiador Caio Prado (“ Evolución política de Brasil” ) plantea acerca de la independencia de su país que las clases populares no se encontraban políticamente maduras para que prevalecieran sus reivindicaciones ni las condiciones objetivas eran favorables todavía para la liberación económica y social, de lo que emanó la discontinuidad y la falta de rumbo claro. Su reflexión semeja a la de Engels, que asegura que lo peor que le puede pasar a un partido revolucionario es verse obligado a tomar el poder cuando la clase que representa no está suficientemente madura para sostenerlo. Tales reflexiones motivan a hurgar en las debilidades de diversos regímenes de Nuestra América y a estimular el debate con el fin de evitar que los procesos transformadores se empantanen y devengan en nuevos regímenes derechistas, fuertemente influidos por el imperialismo norteamericano, tendencia dominante en Paraguay y -salvo Ecuador- en los países del Pacífico, Chile, Colombia y parecería ser Perú.
Si nos basamos en los fundamentos teóricos del materialismo dialéctico (el marxismo) debemos reconocer que el proletariado, agente principal del proyectado mundo socialista, ha sufrido un proceso de fragmentación producido por las transformaciones del capitalismo y una crisis ideológica profunda al esfumarse los principios que “determinaban” (sí o sí) el triunfo socialista enancado en el poder de la Unión Soviética. La debilidad actual del proletariado –o más ampliamente, sin mayores disquisiciones, de la clase trabajadora- se expresa en la inmadurez de su conciencia (no revolucionaria), en la inconsistencia de sus organizaciones sociales, en la debilidad de sus expresiones políticas (partidos de clase muy fragmentados, penetrados ideológicamente por el liberalismo burgués), en el tipo de alianzas políticas concretadas. Si a esta realidad, se le agrega que en Nuestra América se suman al bloque popular antiimperialista categorías sociales diversas, como las etnias aborígenes (muy importantes en los países andinos) o movimientos defensores de los derechos humanos, del ambiente, de la mujer, de minorías discriminadas (homosexuales, afro-descendientes, etc.), resultan conglomerados contradictorios, de difícil conjunción, de tendencia a la dispersión, bien aprovechada por el enemigo. Los frutos de estos frentes amplios son pasos adelante pero insatisfactorios, expresados por los gobiernos progresistas. Ante ello la posición revolucionaria se aparta del izquierdismo infantil- que acusa a todos de traidores y falsea hechos -como Petras para “demostrar” sus posiciones *- para investigar las correlaciones de clases a nivel nacional, regional y mundial, y hacer avanzar a la clase, a partir de la comprensión de su estado de situación concreta.
. * Petras en “ América Latina: movimientos, cambios y gobiernos de centroizquierda”, Monte Ávila Editores Latinoamericana C. A., 2008 estampa estas groseras inexactitudes. En la página 84: “En 2006, Uruguay firmó unos acuerdos bilaterales sin precedentes: uno de libre comercio y otro sobre bases militares de Estados Unidos en territorio uruguayo”. En la página 92: “En Uruguay, un régimen de ex izquierdistas ha firmado un nuevo acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y consiente una base militar de entrenamiento.”
El materialismo dialéctico se basa en la metodología inductiva-deductiva, que constantemente va de lo particular a lo general y de lo general a lo particular. Una de las incomprensiones más frecuentes –del reformismo y del ultra-izquierdismo- es prescindir de esta metodología. Analizar la situación histórica concreta, la gama de contradicciones, es lo que permite captar la realidad en su conjunto, relacionando diferentes aspectos entre sí. El sistema capitalista dominante tiene como contradicción social fundamental, la lucha entre dos clases antagónicas: la burguesía y el proletariado (en la actualidad, más genéricamente, los trabajadores asalariados). Esa contradicción, a su vez, se manifiesta en una gama de contradicciones: entre la burguesía y el proletariado en las metrópolis, entre la burguesía y el proletariado en los países dependientes, entre la burguesía imperialista y el proletariado de los países dependientes, etc. La contradicción burguesía imperialista y sus aliados versus clases populares de las naciones dependientes es hoy la principal , porque su dilucidación facilita más que otras la resolución de las restantes. Esa zona de conflicto es la caliente, la zona de las tormentas.
Sólo investigando esa compleja trama de contradicciones, podremos concluir si las clases populares conquistarán gradualmente sus aspiraciones, o deberán recurrir a revoluciones. “Sería absolutamente erróneo suponer que nosotros podemos o debemos abandonar la lucha por las reformas para sostener la lucha directa por la revolución socialista. No debemos hacerlo de ninguna manera. No podemos saber cuán pronto lograremos el éxito y cuán pronto las condiciones objetivas han de permitir el advenimiento de esta revolución. Debemos apoyar todo mejoramiento, todo progreso efectivo de la situación económica y política de las masas. La diferencia entre nosotros y los reformistas […] no consiste en que nosotros nos pronunciamos contra las reformas, y ellos a favor. Nada de eso. Ellos se circunscriben a las reformas […] hasta reducirse al papel de sencillas `enfermeras de hospital del capitalismo´.” (Lenin, “Tesis de principio para el problema de la guerra”. T.23 de Obras Escogidas. Páginas 148-149)
Tampoco corresponde el “radicalismo” de exigir propuestas extremas, la “revolución ya o nada” , acusando de enemigos a quienes no las acompañan, actitud de sectas aisladas que recitan fórmulas vacías. Nadie que no sea un desequilibrado se introduce en la “vía más dolorosa” de la Revolución si se puede avanzar en los marcos del sistema. Pero debemos saber que el camino de las revoluciones se inicia cuando se cierran los senderos que posibilitan las transformaciones en beneficio de las mayorías. Avancemos por el camino de las reformas todo lo que se pueda, sabiendo que el imperialismo y sus aliados cerrarán esa vía siempre que también puedan (Honduras y Paraguay recientemente). Por lo tanto, las clases, sectores, fuerzas partidarias e individuos ubicados en la vanguardia ideológica y política deben bregar por profundizar las transformaciones que transitan al socialismo. Lo contrario equivale a cavarse la propia fosa. Lo ha sufrido el pueblo chileno con los gobiernos de la Concertación, el “modelo” de los Astori, Tabaré Vázquez y otros reformistas.
Si debemos combatir esa visión “pragmática”, conducente a la derrota, no es menos cierto que debemos combatir la ultra-izquierdista. Para James Petras “Los nuevos programas de centroizquierda de Lula, Kirchner y Morales son en realidad la nueva cara de la derecha neoliberal” (Ibidem, página 130). Petras se retroalimenta con la autodenominada “izquierda auténtica” del Uruguay y de otros países. Su estrategia se opone frontalmente a los gobiernos progresistas, que en tanto “cara nueva” de la “vieja derecha” es urgente desenmascarar y derrotar, prefiriéndose el retorno de la más conocida cara vieja. Los “auténticos” saben que no tienen incidencia de masas mientras subsistan los gobiernos progresistas, porque aquéllas valoran las transformaciones en materia de empleo, salud, vivienda, alimentación, pobreza. Desconocen que Lenin rebatía a los comunistas “de izquierda” británicos la postura “sin compromisos” frente al naciente Partido Laborista que enfrentaba a los liberales y conservadores, señalando que del hecho que la mayoría de los obreros esperara resultados positivos de ese Partido, obligaba a los comunistas a ayudarlo a vencer: “Proceder de otro modo significa dificultar la obra de la revolución, pues si no se produce un cambio en las opiniones de la mayoría de la clase obrera, la revolución es imposible, y ese cambio se consigue a través de la experiencia política de las masas, nunca con la propaganda sola.” ( “La enfermedad infantil del ` izquierdismo ´ en el comunismo”. 1920. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pág.78).
En cambio, al estilo de Stalin -que acusaba a la socialdemocracia de ser la cara izquierda del fascismo mientras éste avanzaba- los “auténticos” atacan las experiencias progresistas, desconociendo la realidad contradictoria y el estado de conciencia de las masas y de la clase, automarginándose en pequeños cenáculos sectarios, cuya prédica hiper-revolucionaria hecha nafta al fuego de la reacción.
Compartimos con Emir Sader ( “El nuevo topo. Los caminos de la izquierda latinoamericana”. Siglo XXI Editores) que la estrategia correcta es la alianza con las fuerzas avanzadas de esos gobiernos y de esas coaliciones amplias, promoviendo la radicalización viable de los procesos y principalmente, la articulación con las experiencias de Nuestra América, tanto de los países del ALBA como de un MERCOSUR que parece erigirse en una fuerza antiimperialista de efectiva proyección.
Pero si la política de los gobiernos progresistas está plagada de contradicciones (reflejo de la presencia de grandes masas detrás) la política de Petras y de los “auténticos” refleja no menores contradicciones, con la diferencia de que en ellas las masas están ausentes.
Dice bien Petras “Aquí enfocamos cuatro niveles de análisis del cambio y la continuidad socioeconómica. En el nivel más fundamental nos referimos a los cambios en las relaciones de propiedad y de clase, la propiedad –pública, privada o extranjera- de sectores económicos estratégicos; la distribución de las rentas y los recursos; la ideología y las políticas aplicadas; la protección medioambiental y el saqueo de los recursos naturales. La política exterior y los alineamientos internacionales a favor o en contra del imperialismo constituyen un primer nivel a tener en cuenta.” (Obra Citada, página 10; los subrayados pertenecen al autor de este análisis). Otros niveles a considerar son económico-sociales, político institucionales, ideológico-culturales.
Podríamos pensar que de acuerdo a la teoría de Petras los “auténticos” de Uruguay estarían muy satisfechos con las cumbres del MERCOSUR y de UNASUR, en las que se suspendió al gobierno golpista de Paraguay y se ingresó a Venezuela. Sin embargo la cortedad de miras esa sí, es auténtica. El diario “La Juventud” (4 de julio de 2012) titula arriba de una gran foto de las presidentas de Argentina y Brasil: “Acercamiento que enoja al Imperio”. Y subtitula “EEUU y Europa nos siguen considerando su patio trasero”. Más aún: “El economista José Antonio Rocca dijo que la entrada de Venezuela al MERCOSUR abre grandes oportunidades de que el MERCOSUR se convierta realmente en un freno a la base imperialista de la región.” (nota de tapa). ¡Qué bueno! Pero el elogio a las presidentas de Argentina y de Brasil se convierte en crítica cuando se trata del Presidente de Uruguay. Así, en la página 5 se titula: “Esto que ocurre en el MERCOSUR despeja dudas”. El sub-título es: “América Latina movilizada, Uruguay mirando hacia el norte”. Más abajo abunda: “El papel de los gobiernos uruguayos ha sido retardatario, al servicio del imperialismo, a favor de los TLC” dijo Rubio. “Venezuela solo les sirve para pedirle plata, para pedirle petróleo y no pagárselo”, dijo el dirigente del Movimiento 26 de Marzo.
Mujica se regocija pues “en esta América empezamos a encontrarnos, existe una voluntad política de integración como nunca tuvo globalmente América del Sur” ( “La República”, 2 de agosto). Chávez opina que se abre “un nuevo período de aceleración de la historia” de “cambio histórico, geográfico y geopolítico” (ibidem). Ambos mandatarios se abrazan y elogian. Mujica es duramente criticado por la derecha por “entregar” la soberanía nacional a Argentina, Brasil y Venezuela. Venezuela y Uruguay suscriben diferentes acuerdos (uno es el pago adeudado del petróleo) pero los “auténticos” lo ignoran.
2 . Ofensiva neoliberal y progresismo
Quienes valoramos que la lucha de clases es el motor de la historia y que en ella están sus claves interpretativas, debemos analizar el estado de esa lucha de clases en las tres formas en que se manifiesta: económica, política e ideológica, especialmente durante el último cuarto de siglo.
El ´socialismo real' cae y el capitalismo se reestructura aplicando la orientación neoliberal, que significa mayor centralización del capital, concentración de la riqueza y aumento de la desigualdad y la miseria para las grandes mayorías. El proceso implica la recomposición profunda de la clase trabajadora, afectándola en su articulación, en su unidad, en su transmisión de ideas. La nueva estructura económica debilita a la clase trabajadora y a las populares en general, a escala mundial, regional y nacional.
El neoliberalismo comienza a implementarse con Pinochet, prosigue con los gobiernos de Thatcher y Reagan y se generaliza al tiempo que se desarticula el ´ sistema socialista' . En la ofensiva de los años 90, las Fuerzas Armadas del Cono Sur sudamericano son los garantes de la subordinación al imperialismo norteamericano, merced a las dictaduras de la Doctrina de la Seguridad Nacional, coordinadas por el Plan Cóndor para la represión. Pero aún después de este período, el imperialismo perdura en su agresividad, manifestada en intervenciones que se burlan del derecho internacional, guerras -directas o indirectas- contra los pueblos de Afganistán, Irak, Palestina, Libia, Siria, etc. A pesar de lo cual el capitalismo no evita que sus crisis se profundicen y sufra hoy una generalizada.
La hegemonía ideológica de la burguesía imperialista, expuesta con la afirmación del ´fin de las ideologías' de Fukuyama, se fortalece con el control férreo de los medios de comunicación masivos, capaces de proyectar hasta noticias comunes con un fuerte basamento ideológico defensor del sistema.
¿A qué se denomina “progresista”? El término ha tenido diversas aplicaciones históricas. Por ejemplo, se le ha calificado así a un partido liberal español, cuya mira era el desenvolvimiento de las libertades públicas; o en Uruguay, al batllismo. En el presente continental, la acepción se refiere a los gobiernos que proceden de la izquierda, de los movimientos sociales, o agrupan al pueblo en derredor de figuras carismáticas (Uruguay, Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela, etc.). Todos surgen después que se ha pasado del escenario mundial bipolar (EE. UU.-URSS.) al unipolar (EE. UU.) y del modelo capitalista keynesiano al neoliberal, modelo nacido en Chile. Es en el Cono Sur, donde el neoliberalismo más ha gravitado, que los gobiernos que le suceden –frutos de amplias alianzas de clases e influidos o dirigidos por sectores burgueses- gestan una convivencia contradictoria entre la aceptación de pautas neoliberales ( respeto a la propiedad privada, a los privilegios y el estilo de vida de los burgueses, no contravención de conceptos ideológicos del gran capital, no modificación de la constitución) con orientaciones sociales, democráticas, laborales, de derechos humanos, en beneficio de los más necesitados, logros significativos para los trabajadores, pequeños propietarios y segmentos marginados de la sociedad. De allí que en una coyuntura favorable para los precios de la producción exportada se ha dado la extraña combinación de que los privilegiados nunca han ganado tanto y que los desheredados han mejorado mucho su nivel de vida. Híbrido insostenible con el avance de la crisis capitalista en la región. Ante tal situación, cualquier análisis unilateral lleva a un callejón sin salida.
3. La reconstrucción en retirada
En términos ideológicos, políticos y sindicales los trabajadores y las clases populares -y las izquierdas, sus expresiones- se han batido en retirada y recompuesto en medio de contradicciones agudas. La superación de los fracasos del pasado y del presente exige enfrentar las visiones dogmáticas y especialmente las liberales. En el Frente Amplio de Uruguay, bajo los liderazgos de Líber Seregni y de Tabaré Vázquez, se realiza un Congreso ideológico (el ´Tota Quinteros' del 2001) con dirigentes que estimulan la derechización, y que intentan hasta cambiarle su bandera y denominación. Bien le cabe a ésa y a otras fuerzas políticas la afirmación de Perry Anderson en referencia a la izquierda francesa: “Y cuando por fin la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de ideas”. (Sader, ibidem, página 92). Pero en las marchas y contramarchas, la batalla de ideas renace y vuelve a ocupar primeros planos.
En Uruguay la acción de la dictadura militar y de los gobiernos neoliberales colorados y blancos, más la adquisición de mayor conciencia de clase, conducen a las masas al Frente Amplio. En países hermanos también a las dictaduras de la Doctrina de la Seguridad Nacional y a las democracias tuteladas por las Fuerzas Armadas de signo neoliberal, le suceden expresiones semejantes: el Partido de los Trabajadores de Brasil, el neo-justicialismo en Argentina, la Concertación en Chile, el Movimiento Al Socialismo en Bolivia, el Movimiento de la Quinta República en Venezuela, etc. Si se ejemplifica con Uruguay, los antiimperialistas o socialistas –salidos de las cárceles, des-exiliados o provenientes de la lucha clandestina- bajo el régimen de la democracia tutelada desde 1985, se reincorporan a la lucha en esa legalidad para insertarse en profundidad en el pueblo, con inmensas dificultades y limitaciones: la represión intacta, la fragmentación del proletariado y el retroceso ideológico y político gestados durante la dictadura fascista, que entre otras cosas, impide la transmisión intergeneracional de experiencias. Y de esas condiciones, con particularidades distintas en la región, se logra el acceso a los gobiernos de movimientos policlasistas, heterogéneos ideológicamente, con agudas contradicciones.
4. El poder
“Se dice que el gobierno no es el poder. ¿Y qué es el poder?” ha preguntado Mujica . El poder tiene diferentes componentes: el gobierno, el régimen, el Estado, y los organismos supranacionales. Sin distinguirlos se cae en la superficialidad pragmática o en el infantilismo ´ de izquierda'.
El gobierno es el Poder Ejecutivo: el presidente y los ministros. El régimen son las instituciones políticas temporales –electas democráticamente o no, civiles o militares- que elaboran la política: el Poder Ejecutivo, pero también el Poder Legislativo, las Intendencias, las Alcaldías, las Juntas Departamentales, la Corte Electoral, el Tribunal de Cuentas, los Directorios de los Entes. Por ende, el gobierno es sólo una parte del régimen, por lo que se puede acceder al gobierno sin que éste controle al régimen, como sucede en grados diferentes en Uruguay, en Brasil o en Bolivia, por ejemplo. A su vez, el régimen es sólo parte de l Estado , que además del régimen, se compone de las instituciones permanentes: Fuerzas Armadas, Servicios de Inteligencia, Policía, Poder Judicial, Administración Pública. El Estado (globalmente) detenta el poder. El gobierno no impone siempre sus enfoques en el Estado, y suele ser enfrentado por instituciones de éste. Las crisis políticas estallan cuando el régimen, o más limitadamente el gobierno, choca contra las instituciones permanentes, en cuyo caso, o se transforma el Estado (Cuba en 1959) o cae el régimen (Chile en 1973), o simplemente el gobierno (Paraguay en 2012). En suma, el gobierno es al Estado, lo que el volante al auto: lo guía, pero si falla el motor o los neumáticos, el volante por sí solo no garantiza la marcha. Todavía, la institucionalidad del sistema capitalista ha creado organismos que controlan, regentean o mandan sobre los Estados Nacionales, como la ONU, las instituciones financieras de créditos, la OTAN, la OMC, además de las empresas transnacionales. Es el Poder Trasnacional del capitalismo mundializado. Por ejemplo, de acuerdo a las pautas neoliberales a los Bancos Centrales -instrumentos claves para manejar la moneda nacional- se les independiza de los gobiernos, por lo cual el gobernante carece de un estratégico instrumento. En Uruguay, los legisladores del Frente impidieron que prosperase tal autonomía defendida por su Ministro de Economía, acorde con las instituciones financieras.
Luchar por el gobierno es un imperativo político y ético. Pero no basta. Nos debemos preguntar: ¿gobernar para qué? ¿Puede un gobierno popular o progresista convivir con instituciones asentadas para afirmar al bloque del gran capital dominante? Los procesos revolucionarios en curso de Bolivia, Ecuador o Venezuela, donde han habido reformas constitucionales, modificando el contenido de clase del Estado (de Estado al servicio de la burguesía, se ha buscado convertirlo en Estado al servicio de las clases populares) prueba que no pueden. En cambio en Chile el gobierno de la Concertación se resignó a administrar el Estado del gran capital, hasta ser barrido por la derecha ante la indiferencia de las clases populares. Destino similar ha tenido el gobierno de Lugo en Paraguay –con apoyo de masas pero sin el poder ni la hegemonía- que fue tumbado aun sin promover reformas radicales, por el mero entorpecimiento a las multinacionales, a los terratenientes y a los planes militares de EE. UU.
En síntesis: el progresismo avanza (sorteando, entre otros, escollos internos) y enfila al socialismo o es barrido por la reacción triunfante abiertamente en Chile, Colombia, Panamá, Costa Rica, Honduras, Paraguay. Los dirigentes progresistas están en la disyuntiva de ser audaces (que no significa ser aventureros) y avanzar en una transición prolongada al socialismo (como Chávez, Correa, Morales) combatiendo a los enemigos de los pueblos, o ser timoratos y desencantarlos.
En esta América del Sur –a la vanguardia política mundial- se vive la singularidad que las clases dominantes no pueden gobernar ´ como antes' y que las clases populares acceden a los gobiernos, a través de expresiones políticas novedosas, progresistas, descalificadas como ´populistas' por los reaccionarios. Pero su incidencia en los gobiernos dista mucho de la conquista del poder, mantenido por el bloque dominante burgués trasnacional, que se abroquela y defiende con la posesión del dinero, de las armas y de los medios masivos de comunicación. La lucha de clases se traduce en cierto equilibrio, que no es igualdad o empate: la debilidad del bloque dominante se manifiesta en que pierde el gobierno, en tanto que la debilidad de las clases explotadas y oprimidas se expresa en sus marchas y contramarchas, en las dificultades para elegir a sus dirigentes, para defender sus programas, para pasar de la posesión del gobierno a la conquista del poder y a la hegemonía ideológica. Todo análisis que desconozca el estado general de la conciencia de las grandes masas y se centre en explicaciones basadas en las ‘traiciones' de las dirigencias es seudo-científico, subjetivo, y desvía de las enormes tareas a realizar.
Se trata pues de ganar el poder, de obtener el dominio o la autoridad para revolucionar la sociedad, para enfrentar al sistema. Pero el poder “no se toma” en un acto, como pudo pensarse en la toma de la Bastilla (1789) o del Palacio de Invierno de Petrogrado (1917). Implica una larga, perseverante y sinuosa marcha para su conquista, para lo cual se debe actuar “desde arriba” y “desde abajo” . “Desde arriba” trabajando en el gobierno, las instituciones temporales del régimen, las instituciones permanentes del Estado, las instituciones supranacionales principalmente las de sustento político-ideológico emancipadoras (MERCOSUR, ALBA, UNASUR, CELAC). “Desde abajo” trabajando en las organizaciones populares: partidos, sindicatos, centros estudiantiles, comisiones barriales, cooperativas, instituciones culturales, deportivas.
En síntesis, se debe destruir a los Estados del gran capital desarticulando el poder de las clases explotadoras y erigiendo el poder de las clases explotadas, en vías de emancipación.
5. El valor de la geopolítica
Por otra parte, es esencial considerar la geopolítica en la lucha por el poder, y más en esta realidad de capitalismo mundializado y de primacía del Poder Trasnacional. La geopolítica estudia la influencia de la geografía en la vida y evolución de los Estados, con el fin de orientar su política. En el caso de Uruguay la base geopolítica de la soberanía pasa por comprender su debilidad, inserto entre vecinos fuertes y en una región de dura pugna entre estadounidenses y europeos, y de reciente influencia de chinos e indios. Uruguay no puede desprenderse de Argentina y Brasil e iniciar un proceso nítidamente diferenciado, a no ser para convertirse en base político-militar del imperialismo. Es el ABC a asimilar de dos siglos de historia. En ese sentido es saludable el giro del gobierno de Mujica respecto al de Vázquez. El presidente ha declarado que las relaciones con Argentina y Brasil son “de carácter estratégico” y ha entablado relaciones directas con el gobierno de Argentina con vistas a mejorarlas, anticipándose al fallo del Tribunal de La Haya al que apelaron ambos países, a raíz de la planta procesadora de pasta de celulosa en el río Uruguay, la de Botnia-UPM. Mujica se ha apoyado y apoya a Lula y a Dilma, lo que es decir a Brasil, como potencia líder regional. Ha pasado de la crítica al MERCOSUR a plantear que debemos estar unidos “hasta que la muerte nos separe”. El enfoque de Patria Grande, ha sido manifestado desde los primeros viajes oficiales, primero a los vecinos, luego a Chile -durante la asunción de Piñera- a Bolivia, y a Venezuela para sellar diversos acuerdos y apoyar activamente los procesos de integración del MERCOSUR y UNASUR, la recuperación de URUPABOL (Uruguay, Paraguay, Bolivia) y mantenerse como observador en el ALBA. Pero cuando Mujica ha dudado –llevaba una postura timorata a la Cumbre de Mendoza (2012), reflejada en las opiniones de su Canciller- la visión de las presidentas de Brasil y de Argentina, le ha alineado con firmeza. “ La política exterior y los alineamientos internacionales a favor o en contra del imperialismo constituyen un primer nivel a tener en cuenta.”. Como bien lo ha dicho, Petras debería tenerlo presente y asesorarse con informantes calificados y honestos.
Coincidimos con Sader: “América Latina fue el laboratorio de las experiencias neoliberales: el modelo nació aquí, y aquí se propagó y asumió sus formas más radicales. Por esa razón, el continente sufrió los efectos más adversos del neoliberalismo y pasó a ser el eslabón más débil de la cadena, en el que proliferaron una gran cantidad de gobiernos elegidos con espíritu de rechazo al neoliberalismo, a contramano de las tendencias mundiales.” […] “El período al que asistimos se caracteriza por la pérdida de legitimidad de los gobiernos y de los modelos neoliberales, pero también por las dificultades para construir proyectos alternativos, ya sea por la mencionada fragmentación social, por el consenso conservador que mantiene el predominio del libre comercio en el mundo, o en fin, por el consenso neoliberal.” […] “El futuro de América Latina en la primera mitad del siglo XXI depende del destino de los gobiernos que actualmente protagonizan procesos de integración regional, resisten las políticas de libre comercio de EE. UU. , avanzan rumbo a la construcción de un modelo post-neoliberal, o lo flexibilizan desarrollando políticas sociales contrapuestas a su debilitamiento.” (ibidem, páginas 71-73)
6. La hegemonía
Para asegurar el Poder –y no reiterar lo sucedido en la Rusia soviética- es preciso conseguir la hegemonía. Es decir, el dominio ideológico, la identificación de los interesados –el haz de clases, capas y sectores populares- con el proyecto emancipador socialista. La hegemonía se obtiene partiendo de la comprensión que en todo movimiento hay sectores avanzados, medios y atrasados; la tarea de los avanzados es arrastrar a los medios y neutralizar a los atrasados para marchar con el conjunto de los interesados. Para prevalecer sobre otros, una clase, un país, una etnia, un partido, una iglesia, etc., se necesita dos instrumentos: el poder y la capacidad de convencer, de penetrar con las ideas y valores del sujeto dominante a los dominados, esto es, la hegemonía. Esa capacidad de convicción (hegemonía) reside en parte en el Estado, principalmente a través de la educación, pero además en lo que Gramsci denomina “la sociedad civil” , o sea la red de instituciones culturales, partidos, sindicatos, cooperativas, iglesias, medios de comunicación, etc., representativas del pueblo.
Emir Sader describe una dura verdad: “La influencia ideológica de los Estados Unidos encarna, por el contrario, un caso típico de hegemonía en el sentido gramsciano del concepto, que se refleja en la capacidad de convicción, de persuasión, de fascinación, de adopción de los valores del modo de vida norteamericano. En el caso de las poblaciones pobres, los síntomas de la inducción de los valores estadounidenses son la atracción por el consumo de marcas, Mc Donald´s, Internet (…)” “La utopía son los shopping centers” ((ibidem, páginas 61 y 63).
El bloque dominante impone con el modelo neoliberal y la hegemonía imperial el más grosero individualismo. No considerar esta evidencia conduce a análisis irreales.
Por consiguiente, la cuestión de la hegemonía se relaciona con la cuestión del poder. Trabajar por la revolución, ante todo y por sobre todo en nuestro tiempo, es batalla de ideas, convencer a las mayorías explotadas y oprimidas, educarlas y capacitarlas para llevar adelante los programas que las expresan, sin lo cual la pretensión de “tomar el poder” sería una empresa inútil. No hay hegemonía de una clase u otra categoría social sin que ella apareje la conquista del poder; y no hay poder que valga, si no se afirma en el convencimiento mayoritario de las bondades propuestas por sus detentadores. Por eso el valor de la participación democrática. Y el valor de la imposición de la autoridad. Cuando ésta se ejerce sobreviene la reacción virulenta de la burguesía; por ejemplo, cuando el Estado pauta las directivas de los medios de comunicación, vehículos principales de hegemonía, trasmisores de la ideología alienante del gran capital trasnacional dirigida a embrutecer a las grandes mayorías. También los gobiernos tienen que ejercer su autoridad sin recelos contra los elementos anti-sociales (víctimas del sistema, y victimarios del pueblo) y contra los delincuentes militares o civiles al servicio del gran capital.
En el sistema capitalista –con la burguesía usufructuando de la hegemonía y del poder- la clase trabajadora para conseguir la hegemonía debe prepararse, resistir, afirmar un polo contendor en la batalla de ideas, una contra-hegemonía. Para esa tarea necesita su intelectualidad, que se expresa por sus componentes individuales y de uno colectivo, la herramienta política, el partido.
7. Los intelectuales al servicio de los trabajadores
Con el vertiginoso desarrollo científico-técnico de la civilización contemporánea, los trabajadores tienden a que pese más su actividad intelectual en relación a la manual o física. La clase se eleva en calidad por su nivel de instrucción, capacitación técnica, teórica o cultural. La separación entre trabajador intelectual y manual es cada vez más difusa, porque aún en las tareas menos calificadas la función intelectual se desarrolla. Por el contrario, el abismo es más profundo con los marginados desvinculados de actividades laborales. Pero no todos los trabajadores tienen la función de intelectuales. Éstos son los trabajadores que venden su fuerza de trabajo por un salario, pero que ejercen una función trascendente en la formación y reproducción ideológica.
Los intelectuales se distinguen entre sí en tanto expresan aspiraciones y necesidades de clases o categorías sociales diferentes o directamente opuestas, con el fin de elaborar una conciencia de sí y de persuadir de sus virtudes a otras clases o categorías (etnias, naciones, religiones, etc.). El clero es una intelectualidad superviviente de antiguas clases dominantes, tardíamente avenida en occidente a la hegemonía de la burguesía. La intelectualidad laica fundamenta la estabilidad del orden burgués (hoy trasnacional) en nombre de principios ´superiores' tales como los de libertad o propiedad, entendidos a su manera. Su presencia es bien considerada en la academia o en los medios masivos de comunicación por su función conservadora o reaccionaria, aunque ninguno de esos intelectuales reconocerá que es un servidor del sistema capitalista, funcional a sus designios. Distinto es el rol de la intelectualidad al servicio de las clases populares por la finalidad perseguida, puesto que su elaboración ideológica y política trabaja por la contra-hegemonía de esas clases. Por ende, es indeseable para el sistema y molesta, muchas veces, a los dirigentes de su misma clase.
El materialismo dialéctico ha aportado para definir el perfil de este intelectual al servicio de los trabajadores y de sus aliados. Valora que debe inmiscuirse activamente en la vida de su clase o bloque de clases, construyendo, organizando, persuadiendo. Son quienes –expresadas con la palabras y poesía de José Martí- dicen que “con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”. Esos intelectuales son filósofos, docentes, artistas, periodistas, profesionales, expertos científicos, técnicos, etc. Mas poseen una concepción que liga la teoría y la práctica (praxis) de modo que les permite pasar toda vez que se les requiere, de la condición de “especialistas” a la de cuadros políticos, entendiendo por tales, como sostuvo el Che, a dirigentes de alto nivel. En síntesis: el intelectual al servicio de los trabajadores y de las clases populares es un especialista en algún área del conocimiento y un político práctico.
8. La herramienta partidaria
Sin embargo, no alcanza con la adhesión individual de intelectuales a la lucha de los trabajadores y de los explotados; es necesaria la herramienta política, que obre como intelectual colectivo. Es el Partido de los trabajadores y del pueblo, compuesto de trabajadores manuales (la mayoría) y de trabajadores intelectuales, así como de personas de otras clases, capas y sectores populares. En Uruguay llama la atención que mientras los sectores liberales y socialdemócratas del Frente Amplio ( “apenas progresistas” según Mujica) están unidos en el Frente Líber Seregni, los socialistas y revolucionarios, carecen de organicidad similar. Se reproduce el cuadro mundial, donde la izquierda muestra confusión ideológica y diversidad política sin precedentes. En Uruguay esos sectores están dispersos en una gama de organizaciones. Incluso ha habido intentos unificadores, el último de los cuales -la Corriente de Izquierda- llega a ser segunda fuerza en las elecciones internas del Frente Amplio (1997) compuesto de ocho organizaciones, entre ellas, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros y el Movimiento 26 de Marzo. Al año esos dos agrupamientos se alejan, el primero en pos de alianzas oportunistas con los Saravia y los Semproni, el segundo en actitud seguidista del primero e igualmente oportunista. El resto de la Corriente de Izquierda rápidamente se resquebraja y se marchita, a pesar de su actuación destacada en el Congreso ideológico del Frente Amplio, “Tota Quinteros” (2001).
El juego de alianzas en el Frente Amplio oscila permanentemente, más preocupados los agrupamientos políticos de lo electoral que de los acuerdos programáticos y metodológicos adecuados. Sólo con esa característica se explica el interés por el reingreso a la vida política activa del ex presidente Tabaré Vázquez, probable candidato para un tercer gobierno. Sus propulsores optan por asegurar votos de “centro” a cambio de reeditar claudicaciones gruesas. Vázquez ha sido conductor de la aprobación de un Tratado de Inversiones con Estados Unidos gestado durante la presidencia de Jorge Batlle, ha intentado en vano un Tratado de Libre Comercio con ese país, frenado por la resistencia popular, el Canciller Gargano, el Frente Amplio y los socios del MERCOSUR, Argentina y Brasil. Llega a pensar en solicitar ayuda al “aliado” Bush para enfrentar un conflicto bélico con Argentina. Veta una Ley de Salud Sexual y Reproductiva emanado de su fuerza política, con argumentos contra el aborto que lo alía a la Iglesia Católica y al Opus Dei. Se ha complacido en su alianza con los sionistas. Después de su presidencia, ha colaborado para “limpiarle la cara” al FMI y oficiado de observador en las elecciones dominicanas por la O. E. A. Todo un currículo que augura a Uruguay (en caso de ser presidente nuevamente) un conflicto previsible con sus socios del MERCOSUR y un acercamiento estrecho con la potencia imperialista.
De todos modos, será con fuerzas socialistas, más los militantes sin partido dispuestos, que deberá construirse un Bloque Socialista, que oficie de intelectual colectivo, de vanguardia, hasta devenir en un auténtico Partido de los Trabajadores. En Uruguay esta fuerza, habrá que construirla en el Frente Amplio y no fuera de él, porque el pez necesita para vivir del agua de las masas y éstas se identifican con el F. A. Las posturas sectarias –cuya mayor expresión es Asamblea Popular- con su ceguera de negar los avances de los gobiernos del Frente Amplio –más allá de sus limitaciones y contradicciones- obran en contra de las aspiraciones y necesidades de las masas, e irritan con sus desplantes e insultos desencajados al pueblo y a la militancia del Frente Amplio. En poco tiempo, han logrado crear una barrera de difícil reversión.
El Partido Socialista Unido de Venezuela parece la principal experiencia continental a considerar, tanto como su propuesta constitutiva de una Quinta Internacional. El proceso venezolano -que no es lineal ni modelo a seguir a pie juntillas- a través de su dirigencia, y en particular de Hugo Chávez, ha comprendido que no puede basar la edificación socialista en liderazgos individuales.
9. Nociones básicas para la construcción socialista
¿Puede lograrse lo que exige el ultra-izquierdismo cuando el proletariado está en reconstrucción, “el campo socialista” ha desaparecido, China se debate entre el capitalismo y el socialismo (según Petras es capitalista), la utopía soñada de vastos sectores populares son los shopping centers, y en los medios masivos de comunicación la procacidad chabacana de los Tinelli y los Petinatti los hace deseados y famosos? ¿Puede un país dependiente abolir la miseria, el analfabetismo, preservar el medio ambiente, lograr la igualdad de género, gozar de la plenitud de los derechos humanos, convertirse por sí mismo en un “país de primera”, eslogan electoral del Frente Amplio? Incluso, ¿pueden estos logros obtenerse en Estados supranacionales (como podría llegar a ser la UNASUR) o es la República Popular China, en tiempos en que estos Estados Supranacionales deben destinar ingentes sumas a los presupuestos militares contra el intervencionismo imperialista, o enfrentar los efectos del calentamiento global, acelerado por la apetencia de ganancia de los capitalistas?
Los maestros del materialismo dialéctico sostuvieron que aunque la Revolución Socialista sería mundial y sólo se alcanzaría en esa escala, la conquista del poder por la clase trabajadora y sus aliados próximos no podría ser simultánea en todos los países. A partir de esa constatación, debe apelarse a la diferenciación de Lenin entre los conceptos de revolución en sentido amplio y revolución en sentido estricto . En sentido amplio implica transformaciones profundas de las estructuras (económicas, sociales, políticas, culturales) para las cuales el espacio es mundial y el tiempo comprende toda una época histórica. No es ni “acá” ni “ya”. En sentido estricto define la conquista del poder por los trabajadores y sus aliados dispuestos a la construcción socialista; el espacio es nacional o estatal y el tiempo se reduce a un período históricamente breve. En los maestros fundadores la diferencia ni fue considerada porque aún cuando pensaban en la posibilidad de la victoria en tal o cual país –y utilizaran el concepto en sentido estricto- nunca se habían planteado que la revolución quedara aislada en un espacio nacional o estatal por un tiempo prolongado. Sólo Lenin comprende la contradicción que angustia el final de su vida.
En tiempos del capitalismo mundializado o “globalizado” podemos y debemos percibir la diferencia entre ambos conceptos. Cuando Evo Morales, Rafael Correa, Hugo Chávez o los dirigentes cubanos postulan la Revolución Socialista saben que su construcción se realiza en un espacio nacional y estatal limitado, sin ignorar que las economías de sus países siguen siendo predominantemente capitalistas y los nuevos Estados en construcción mantienen fuertes rémoras del pasado burgués. Lo positivo y distintito, es que ellos se orientan ideológica y políticamente a superar al capitalismo mediante una prolongada transición socialista, que sólo se sostendrá y afirmará en mega-naciones a construir, hasta que el espacio se vuelva mundial, con aportes mutuos de los pueblos por la vía de complementación productiva, de cooperación científica, de defensa militar, etc. De allí la apuesta a la integración de Nuestra América. Y a favorecer un mundo multipolar que frene el belicismo imperialista.
Para iniciar esa construcción nos parece que las condiciones básicas, simultáneas e inter-relacionadas, son el desarrollo de las fuerzas productivas en pos de alcanzar a las economías capitalistas centrales, conservando férreamente la soberanía, e impidiendo tratados de inversiones o de “libre comercio” que subordinen a los estados firmantes a las normativas del FMI, Banco Mundial, etc.; la construcción de bloques supra-nacionales de Estados en relación a los actuales Estados nacionales, que potencien la construcción económica, social, política, militar, cultural, en tanto sean barreras más eficaces contra el poder del gran capital trasnacional; el incentivo a formas diversas de producción social (cooperativas, empresas autogestionadas, comunitarias, micro, pequeñas y hasta medianas empresas); el fortalecimiento de la propiedad y la gestión estatal; el fomento de la planificación local, nacional, regional; la batalla ideológica en pos de una nueva hegemonía, solidaria, socialista; y la promoción de Estados democráticos de nuevo tipo, en manos de las clases populares, tanto a nivel de las decisiones generales como de las particulares, de índole productiva, educativa, social, etc. Eso es iniciar la larga marcha al socialismo, siendo conscientes los trabajadores y explotados que no estamos en condiciones de vencer plenamente, pero sí de ir obteniendo victorias que nos aproximen a la meta final. El socialismo es incompatible con la miseria y con la ignorancia. A no desesperarse, a ser conscientes de nuestras limitaciones, “teniendo en claro que por delante se presenta una etapa lenta, de avance gradual, de resistencia activa. Que como toda etapa de este signo, plasmará en un salto cualitativo, de avance veloz, potente, por la sencilla razón de que el socialismo no está muerto, sigue teniendo razón de ser, y vencerá al capitalismo a través de la revolución. Porque la pauperización se agrava en el capitalismo, sistema, en el cual un niño muere cada dos segundos de desnutrición. Y porque todo nuevo modo de producción portador de transformaciones positivas para las grandes masas, acaba imponiéndose en el curso histórico.” (“¿Restauración capitalista o revolución socialista? Los clásicos, la Revolución Rusa y la vigencia del socialismo”. Julio A. Louis. “Alfaguara”. No.1 Noviembre-diciembre de 1992. Y en “Lenin, la Revolución Rusa y el socialismo del siglo XXI”. 2ª Parte. Editorial ARCA. 2009)
La opción al socialismo ya no es la barbarie como pensara Rosa Luxemburgo sino la extinción de la especie humana.
Montevideo-Uruguay, agosto de 2012
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